“El Silencio de los Hermanos ”
“... los sermones y la lógica no convencen.
Más profundamente penetra en mi alma la humedad de la noche...”
Walt Whitman
Ingresaron al Templo como siempre lo hacían; el Ritual servía de guía trascendente en cada una de las Tenidas. Ingresaron como siempre, pero siempre suele ser distinto en la vida de un Iniciado. Asombrosamente distinto podría aseverarse sin temor al error filosófico, a la equivocación metodológica.
Ingresaron al Templo como si en realidad fuera la primera vez, como si el tiempo se hubiese desgranado detrás de cada Ceremonia ancestral y ya nada fuese lo mismo. Primaba el Silencio, ninguno de ellos se atrevía a pronunciar palabra. Ayudaron el trabajo sigiloso del Maestro de Ceremonias, acompañaron el recorrido minucioso del Hermano Experto mientras sus miradas permanecían clavadas en algún concepto infinito que sólo ellos podrían explicar en caso de que alguien se hubiera atrevido a preguntarles.
Ingresaron al Templo como siempre lo hacían. Sin embargo esta vez la sonoridad brilló por su ausencia. Solamente un cúmulo de pasos sordos y desiguales se acomodaban ante la extraña generosidad de la alfombra apenas mullida. El puesto de cada uno de los Vigilantes fue ajustado y arreglado en común unión, como nunca había sucedido hasta ese momento. Cada Collarín recibió el mismo tratamiento delicado, amoroso, exclusivo; la calidez con que fueron ubicados sobre el respaldo de los sitiales, también los hubiera hecho sentir especiales esa noche. Las Joyas no golpearon tontamente la dura y antigua madera ceremonial, no hicieron parecer normal el bochorno profano a que se las solía someter comúnmente.
El Ara recibió el Libro de la Ley Sagrada con parecida y análoga dignidad; hubiera pensado, de cobrar vida real el volumen mencionado, que una hoja de acacia cayendo, inevitable y otoñal sobre su mármol, hubiera sido menos impiadosa que las mismas manos de los Iniciados de esa noche. En Oriente la escena se repetía, igualaba a la de Occidente, los Hermanos marchaban acompasados al ritmo de aquel Silencio generalizado que seguramente ¿cómo no pensarlo? escondía algún Secreto; cumplían con el arreglo del Taller dejando, después de cada acción, una tierna estela de energía convincente, mostrándose, confesándose a sí mismos que amaban cada Segundo Iniciático que les tocara vivir, que la vida para ellos al menos esa noche, comenzaba y culminaba allí, a la vera de sus Hermanos Iniciádos, a la saga de cada Aprendiz esparcido por el mundo, o en el grupo de nueve Maestros buscando con sed inconsciente de Venganza a los Asesinos del viejo y querido Gran Abi, o en el grupo de estudiosos de la Piedra Cúbica Piramidal, pero allí. Seguramente esa era la explicación de semejante contratiempo silencioso en los comienzos de la Tenida de esa noche.
Ingresaron al Templo como siempre lo hacían, sin embargo, avanzados los trabajos de preparación ritualística en la maravillosa estancia sagrada, nadie había pronunciado palabra, los ojos atentos de cada integrante, no perdían uno solo de cada gesto de sus Hermanos, se asistían, cuidaban, anticipaban el movimiento de quien estaba a su lado, lo hacían como si hubieran estado profundizando durante cientos de años la problemática de cada Abi, de cada Cristo, de los Adonhiram en proyección con quienes compartían en ese momento su realidad.
Cada sitial fue conducido a perfecto destino con la perfección que ni siquiera Zoroastro podría corregir, por las manos asociadas de Maestros, Compañeros y Aprendices que dejaban entrever una in-disimulada comisura celestial de satisfacción ante la inmanencia de lo Perfecto. Las luces se encendieron sin lastimar inoportunamente la mirada de aquellos que planteaban ya la trascendencia Ritual y fueron tomando ubicación alrededor del Ara, sabiendo que allí discurre a salvo cada uno de los Iniciados.
Se miraron entonces por última vez después de que la convicción los llevó a evaluar el trabajo realizado. Ocuparon Cargos y como el Ceremonial lo establece, el Venerable Maestro comenzó posando su mirada en la totalidad de la escena describiendo un regulado y Misterioso Círculo desde la paz de sus retinas. Pensó seguramente, mientras deseaba que el Gran Arquitecto acompañara su tarea, que todo sucedería así, como El mismo lo dispusiera, y como respuesta inmediata que no se hizo esperar demasiado, sintió, percibió, un latigazo en la frente, un mensaje de iluminación: el Silencio los acompañaría esa noche en sus trabajos.
Lejos de sorprenderse solo atinó a pensar de qué forma, cómo lograría hacerle saber a su Primer Vigilante que el Silencio sería Venerable esa noche en la Tenida. Pero no hizo falta, el Hermano asomó veloz y predispuesto y como si hubiera ensayado semejante momento crítico, giró su mirada hacia el sitial del Segundo y este, demostrando la misma consistencia ritual devolvió el gesto a las Columnas, y estas acompañaron a cada una de las autoridades como si supieran, como si todos los presentes hubieran aprendido en un segundo, como si hubieran incorporado una de las verdades veladas y reconocieran sin pruritos que el Rito es también ajeno a la voluntad presuntuosa del lenguaje, que el Silencio no solamente permite evitar la palabra, si no que ayuda a conjugar el Verbo, a iniciar la vida del ser que ama y decide encaminarse, como los antiguos Mystos lo hicieran, hacia la Fuente inagotable de su propio conocimiento.
Los trabajos cobraron vigor entonces, la mirada fue la Herramienta y algunas lágrimas instrumentos de la Creación. El Guardatemplo parecía saber y conocer cada novedad de las que se sucedían en la semi profanidad de Pasos Perdidos. El Maestro Orador disfrutaba los instantes y acumulaba esos Secretos que sus Hermanos le estaban regalando, haciendo lugar en su corazón virgen, cuidando de disfrutar exactamente de cada sensación y pensando que era imposible hacerlo de otra manera, o equivocarse en el registro. A su vez, y casi desorbitado el Maestro Fiscal intentaba resolver una crisis personal nunca antes pensada, ¿Como juzgar nuestro aplomo para con los Reglamentos si solamente estamos compartiendo nuestro corazón?
El Maestro Tesorero pensaba en cuán inmensa debería ser la Caja de Caudales que albergara y protegiera semejante salario de la noche, mientras que el Hospitalario realmente preocupado, estimaba la cantidad de esfuerzo que le llevaría distribuir semejante beneficio.
Henchidos de gloria, satisfechos de tanto amor incorporado, la Tenida se desarrolló intensamente. En las afueras del Templo, quien estuviera presente, bien podría haber pensado que las instalaciones estaban vacías, que nadie ocupaba esos lugares, mucho menos que se jugaban allí los valores, las virtudes, la ética y el conocimiento. Un largo tiempo pasó antes de que el Maestro Venerable visualizara en su mente una frase: “Todo fue consumado...”
Así como habían ingresado al Templo, los Iniciados cerraron sus trabajos a pesar de que ninguno atinaba a pensar en la necesidad del descanso para continuar la Obra; todos sabían que era la hora en la que la Palabra Sagrada había sido hallada, también conocían que en esos momentos la Piedra Cúbica se había transformado en Rosa Mística y habían recibido el reflejo de la Estrella Refulgente que llamó a los Hermanos a la luz del conocimiento. Pero también supieron esa noche que el Silencio, lejos de ocultar, privar o impedir, descubre la trama del conocimiento implantando la verdad y la justicia en el centro del caos del que nuestro espíritu lamentablemente se precia. También supieron que hablar es solamente uno de los recursos, quizás el menos virtuoso del hombre en proyección.
Entendieron que la palabra de un Hermano vive solamente en la superficie de su experiencia diaria, que él viene de lejos, de un mundo privado, solitario y sutil del que ha llegado sin compañía y al que volverá de la misma forma. Entendieron que las vibraciones del afecto fraternal, del amor por nuestro Hermano no puede, ni podrá, representarse nunca con caracteres, ideogramas o certeras profundizaciones electrónicas. Y también conocieron de la indolencia del lenguaje escrito, que en manos de ciertos institutos de poder y gloria sólo almacena una verdad perecedera y tendenciosa, impidiendo así la libre consecución de la verdadera Libertad.
Así se los vio partir esa noche a los Hermanos, quienes luego de culminar los maravillosos trabajos de arreglar el Templo acorde al Salario Recibido, lo cubrieron también en Silencio, como habían ingresado, como siempre, pero siempre suele ser distinto en la vida de un Iniciado, asombrosamente distinto podría aseverarse sin temor al error filosófico o a la equivocación metodológica...
Carlos Caporali M:.M:.