18 de enero de 2008

El Librepensador y la Ética


Cuando nos definimos como “librepensadores” y “hombres libres y de buenas costumbres”, estamos aceptando que nuestra conducta debe ser respetuosa, solidaria, tolerante, cuestionadora y, entre tantas cosas, ceñirse estrictamente a sólidas reglas de ética.

Esa ética es muy fácil de mantener dentro de nuestros Talleres pero tiende a ser más “flexible” en nuestra actividad mundana, donde está bastante desvalorizada y no debe ser así. El Maestro de Maestros Paulo Freire nos dice que ”Las actitudes éticas no constituyen un ejercicio preparatorio para una vida plena, sino son parte esencial de esa vida plena”.

Por ser librepensadores estamos rodeados de incertidumbres y obligados a vivir en esa utópica búsqueda de respuestas que, sabemos, nunca tendrá fin. Y en esa búsqueda de La Luz, la torre de nuestro faro debe ser una ética fuerte, centrada en los valores de dignidad, respeto, justicia y vida.

Nuestros valores y nuestras actitudes éticas deben ser las afiladas herramientas que usemos para “reformar” los vicios de nuestro mundo cotidiano.
- La negación de la diversidad, que nos lleva a posiciones “macarthistas”:
xenofobia, homofobia, segregación racial y religiosa. Cuarenta años atrás, Martin Luther King “tuvo un sueño”... hoy nosotros tenemos el compromiso de seguir soñando.
- La ceguera al simbolismo. Hoy los medios de comunicación nos permiten conocer al segundo qué pasa a nuestro alrededor, no importa qué tan lejos se produzca el hecho, pero nos da todo “enlatado”. La imaginación perece, el símbolo es aplastado por el hecho, se coarta el intento de analizar e interpretar.
- La sordera al llamado de otros valores. Estamos encasillados. Soy cristiano o judío o musulmán o budista y defiendo mi derecho a serlo, pero no acepto mi deber de enriquecerme con el conocimiento y evaluación de las otras religiones.

Es entonces tarea de nosotros, librepensadores, partiendo de nuestras incertidumbres, poder articular lo nuevo con la memoria y el saber acumulados, para construir, hacia fuera y sobre todo hacia adentro, lo que Charles Taylor llamó “la ética de la articulación”. Usemos entonces una vez más nuestras afiladas herramientas para construir nuestro “faro ético”.

- Construyamos la ética de la alteridad, donde ningún pensamiento es estático y toda idea es objeto de análisis sin prejuicios.
- Cultivemos nuestra capacidad dialógica, para poder comunicarnos sin “ruidos parásitos” crecer y mejorarnos con el intercambio.
- Respetemos las ideas de los otros que, si sabemos escuchar, mejorarán nuestra propia calidad de vida y la de nuestra comunidad.
- Mostrémonos dispuestos a construir juntos, desde saberes y experiencias diferentes.
- No caigamos en el elitismo de la “inteligencia”. Desde nuestra posición de privilegio, debemos orientar y no imponer. Recordemos la existencia de los “microfascismos” definidos por Foucault.
- No desechemos a priori tácticas o estrategias ajenas, mientras no contravengan nuestros principios.
- Enfrentemos con decisión la violencia de la discriminación, la dominación y la exclusión.
- Nunca dejemos dormir nuestra capacidad de autoanálisis y autocrítica.
- Rechacemos por antiéticas las prácticas mentirosas y manipuladoras.
- Prioricemos nuestro compromiso con la subjetividad del otro.
- Mantengamos siempre vivas nuestra vocación y actitud de servicio.

Definamos y afirmemos, pues, nuestra ética y en ella cimentemos nuestro compromiso racional, intelectual y afectivo. Será la piedra sillar que sostendrá nuestra tolerancia, nuestra coherencia y nuestra entrega, para lograr un proyecto de vida liberador y comprometido.

Basado en trabajos sobre “Educación y Salud” del Dr. Luis Rebellato
Doctor en Fiosofía – Universidad de la República – Uruguay
Publicado en:
http://www15.brinkster.com/masoneria/

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