Para poder narrar a grandes rasgos los hechos más importantes de la vida y de la muerte de Giordano Bruno, como mínimo tenemos que tener bien en claro estas cuatro palabras, que sin dudas, en el transcurso de su vida, serán muy importantes.
1. MÁRTIR: Persona que muere o sufre en defensa de su creencia o convicciones.
1. MÁRTIR: Persona que muere o sufre en defensa de su creencia o convicciones.
2. HEREJE: Cristiano que en materia de fe, se opone a lo que propone la Iglesia.
3. INQUISICIÓN: Tribunal eclesiástico que se estableció en algunas naciones, con el objeto de inquirir y castigar los delitos contra la fe.
4. HÉROE: El que lleva a cabo una acción heroica.
Antes de comenzar, les aclaro, que he tomado la información de diversos Sitios Web, y trataré en lo posible, resumir escuetamente los hechos más relevantes, que a mi humilde entender, nos darán una idea concreta de quien fue Giordano Bruno.
Datos Personales.
Su verdadero nombre era Filippo Bruno; él cambia su nombre de pila “Filippo” por el de Giordano. Nació por el año 1548 en la ciudad de Nola, Italia, muy cerca de Nápoles; murió el 17 de febrero de 1600, quemado en la hoguera por la “Santa Inquisición”, en Campo dei Fiori, Roma, a la edad de 51 o 52 años, acusado de herejía.
En la actualidad, Bruno es un paradigma de la rebelión frente al dogma, un adalid de la libertad de pensar, un connotado filósofo, teólogo, matemático, poeta, un sorprendente astrónomo sin instrumentos y mártir.
Cómo era.
Tenemos que situarnos en la época de la Europa Renacentista del siglo XVI, por los años 1548-1600, y razonar donde Bruno pudo adquirir el conocimiento trascendente que logró y cuya metafísica y cosmología, lo ubicaron sin dudas, en la actualidad, como uno de los grandes del pensamiento humano.
Defendió la idea de Copérnico, en el sentido que no era el Sol el que giraba en torno de la Tierra, si no que ésta lo hacía en torno del Sol.
Decía: Existe un Universo infinito, con muchos infinitos, en el que las estrellas, fijas, no lo están en absoluto. Hay innumerables soles, con un sin número de tierras que giran alrededor de dichos soles. Estos planetas, no son visibles porque las estrellas se hallan a enormes distancias de nosotros y debe haber, en nuestro sistema solar, otros planetas no visibles. Debe haber un infinito número de seres, moralmente imperfectos y otros más perfectos, habitando la infinitud de mundos.
En uno de sus libros llamado “El Fastidio”, Giordano hace comentarios sobre su permanencia, como novicio, en un convento de monjes dominicos. En Nápoles, donde escribe una estremecedora acusación contra la Iglesia, dice: “Usted verá, arrebatos de carteristas, ardides de tramposos y empresas de granujas, en una entremezclada confusión, también deliciosa repulsión, dulces amargos, decisiones absurdas, fe confundida y esperanzas lisiadas, caridades de tacaños, jueces nobles y serios, para con los asuntos de otros hombres, con poca verdad en los propios, mujeres viriles, hombres afeminados y voces de astucia, no de misericordia, de modo que el que más cree, es más engañado y por todas partes, el amor al oro”. La Santa Verdad, no debe ser avasallada, por la Santa Ignorancia.
Estudió a Copérnico, eliminando de la teoría copernicana el fallido concepto del cosmos finito, cerrado por una esfera de estrellas inmóviles. Expresó que el Sol no esta inmóvil, ni es el centro del Universo. Fundamentó la reencarnación y la existencia de un espíritu universal, principio de la vida y que cómo sustancia anímica se halla en todas las cosas, sin excepción, y constituye el principio motor de las mismas.
También decía: La unión espiritual con Dios, solo puede realizarse en la contemplación de la verdad, siendo la “Santa Ignorancia” el obstáculo y enemiga declarada de toda investigación de la verdad.
En esos años, la cristiandad estaba en plena crisis. La Iglesia se dividió en pedazos y en pocos años, Lutero, Calvino, Enrique VIII, separaron naciones enteras de Roma. Estallan las así llamadas “guerras de religión”. La iglesia católica responde a la forma protestante con el Concilio de Trento, que trajo renovación espiritual.
Giordano nace en un tiempo en el que el pluralismo de las ideas, era con frecuencia, sinónimo de guerra entre pueblos. Su destino estaba marcado desde sus inicios, por la soledad. Pierde a sus padres siendo muy pequeño. A los 17 años entra en un convento dominico, estudia la filosofía oficial de Aristóteles y la Teología de Santo Tomás. Ayudado por su extraordinaria memoria y su viva inteligencia, se convierte en un hombre de mucha cultura, que añadido a una personalidad fuerte y aguda, aunque de espíritu atormentado, pronto es blanco de severas críticas. Diez años más tarde, debe abandonar la Orden por conflictos con sus superiores, iniciando así una vida solitaria y errante, sospechado de herejía. Comienza a andar por Europa, se va al norte de Italia, luego a Suiza, Francia, Alemania, Inglaterra. Donde quiera que llegue, es primero admirado, después ridiculizado y luego odiado y expulsado. Hombre de una memoria extraordinaria, de un ingenio fascinante, rompe con todos los esquemas de la época, ya que no pertenecía a ninguna escuela.
Genial e irreverente, consideraba a los monjes como “santos burros”. Para él, las religiones no eran más que un conjunto de supersticiones útiles, para tener bajo control a los pueblos ignorantes. Consideraba a Jesús como a una especie de mago, a la eucaristía como a una blasfemia, ve en todas las cosas el latido de un alma universal. Así abandona al cristianismo. También lo excomulgan los calvinistas y luteranos. Se entrega a la magia, alejándose de la ciencia experimental de Galileo.
Ciertamente, puede ser considerado como uno de los padres del relativismo. No solo va más allá del sistema Ptolomeico geocéntrico, que entonces imperaba, si no que va más allá del mismo Copérnico y su heliocentrismo: el mundo es infinito, grita, y el centro, soy yo.
Como llega a su final.
En 1591 Bruno vuelve a Italia, específicamente a Venecia, invitado por Zuane Mocenigo, para educar a su aristocracia en mnemotecnia. Después de un tiempo, Mocenigo, tras haber escuchado de boca de Bruno, sus pensamientos acerca de la Iglesia y del Universo, lo denuncia a la “Santa Inquisición”. Fue arrestado el 23 de mayo de 1592 en Venecia. Fue interrogado sobre sus trabajos teológicos y filosóficos y el 27 de enero del 1593, entregado a la Inquisición en Roma, por petición directa del entonces Nuncio Papal Taverna, actuando en el nombre del Papa Clemente VIII.
En Roma lo interrogaron durante 7 años sobre aspectos de su vida, sus opiniones filosóficas y teológicas. El 15 de febrero del 1599, lo condenaron culpable de ocho actos específicos de herejía, los que la Iglesia no ha revelado hasta nuestros días.
Según algunos documentos, fue procesado por sus opiniones ateas y por la publicación de su libro “La expulsión de la bestia triunfante”. El 20 de enero del 1600, la inquisición entregó su veredicto: muerte en la hoguera por herejía. Prohibiendo, todo lo por él mencionado, sus libros, y sus escritos de cualquier índole, siendo quemados públicamente en la plaza de San Pedro. Cuando Bruno escuchó su sentencia, exclamó: “Quizás ustedes, que pronuncian mi sentencia, tienen más miedo que yo, que la recibo”.
El inquisidor de este proceso fue el teólogo Roberto Belarmino. De esta manera, el 17 de febrero del 1600, fue muerto en la hoguera, en el Campo dei Fiori. Hoy hay una plaza y en el 1600 un campo de flores silvestres, hoy hay una estatua en su honor inaugurada el 9 de junio del 1889 por académicos y alumnos de la Universidad de Roma, con esta inscripción: A Giordano Bruno, el siglo que él anticipó, en Roma, donde fue quemado en la Pira.
¿Qué podríamos agregar después de 406 años de su muerte? La luz actual nos señala que se lo condenó simplemente por el delito de pensar y pensar bien, dejando mal parado al intransigente y sectario dogma, que en el nombre de Cristo, quien vino en su luz a hermanarnos, a tantos otros, dio cruel muerte.
Hay muchísimas cosas más de la vida de Giordano y mucho más también después de su muerte, pero creo haber resumido su vida, su difícil y controversial vida.
Giordano, antes de su muerte, se dedicó a escribir poemas; no todos terminaron en cenizas. Quiero rescatar alguno de sus pasajes. Dice: “Mucho he luchado, pensé que podía ganar, pero el destino y la naturaleza, sofocaron mis meditaciones y esfuerzos, pero ya es algo estar en el campo de batalla, porque ganar, depende mucho de la suerte, pero hice cuanto pude y no creo que nadie en las generaciones futuras lo niegue, no temí a la muerte, nunca me rendí a nadie, en lugar de una vida cobarde, elegí una muerte valiente”. Giordano, a 8 días de su muerte, terminó un poema de esta manera.
Antes de comenzar, les aclaro, que he tomado la información de diversos Sitios Web, y trataré en lo posible, resumir escuetamente los hechos más relevantes, que a mi humilde entender, nos darán una idea concreta de quien fue Giordano Bruno.
Datos Personales.
Su verdadero nombre era Filippo Bruno; él cambia su nombre de pila “Filippo” por el de Giordano. Nació por el año 1548 en la ciudad de Nola, Italia, muy cerca de Nápoles; murió el 17 de febrero de 1600, quemado en la hoguera por la “Santa Inquisición”, en Campo dei Fiori, Roma, a la edad de 51 o 52 años, acusado de herejía.
En la actualidad, Bruno es un paradigma de la rebelión frente al dogma, un adalid de la libertad de pensar, un connotado filósofo, teólogo, matemático, poeta, un sorprendente astrónomo sin instrumentos y mártir.
Cómo era.
Tenemos que situarnos en la época de la Europa Renacentista del siglo XVI, por los años 1548-1600, y razonar donde Bruno pudo adquirir el conocimiento trascendente que logró y cuya metafísica y cosmología, lo ubicaron sin dudas, en la actualidad, como uno de los grandes del pensamiento humano.
Defendió la idea de Copérnico, en el sentido que no era el Sol el que giraba en torno de la Tierra, si no que ésta lo hacía en torno del Sol.
Decía: Existe un Universo infinito, con muchos infinitos, en el que las estrellas, fijas, no lo están en absoluto. Hay innumerables soles, con un sin número de tierras que giran alrededor de dichos soles. Estos planetas, no son visibles porque las estrellas se hallan a enormes distancias de nosotros y debe haber, en nuestro sistema solar, otros planetas no visibles. Debe haber un infinito número de seres, moralmente imperfectos y otros más perfectos, habitando la infinitud de mundos.
En uno de sus libros llamado “El Fastidio”, Giordano hace comentarios sobre su permanencia, como novicio, en un convento de monjes dominicos. En Nápoles, donde escribe una estremecedora acusación contra la Iglesia, dice: “Usted verá, arrebatos de carteristas, ardides de tramposos y empresas de granujas, en una entremezclada confusión, también deliciosa repulsión, dulces amargos, decisiones absurdas, fe confundida y esperanzas lisiadas, caridades de tacaños, jueces nobles y serios, para con los asuntos de otros hombres, con poca verdad en los propios, mujeres viriles, hombres afeminados y voces de astucia, no de misericordia, de modo que el que más cree, es más engañado y por todas partes, el amor al oro”. La Santa Verdad, no debe ser avasallada, por la Santa Ignorancia.
Estudió a Copérnico, eliminando de la teoría copernicana el fallido concepto del cosmos finito, cerrado por una esfera de estrellas inmóviles. Expresó que el Sol no esta inmóvil, ni es el centro del Universo. Fundamentó la reencarnación y la existencia de un espíritu universal, principio de la vida y que cómo sustancia anímica se halla en todas las cosas, sin excepción, y constituye el principio motor de las mismas.
También decía: La unión espiritual con Dios, solo puede realizarse en la contemplación de la verdad, siendo la “Santa Ignorancia” el obstáculo y enemiga declarada de toda investigación de la verdad.
En esos años, la cristiandad estaba en plena crisis. La Iglesia se dividió en pedazos y en pocos años, Lutero, Calvino, Enrique VIII, separaron naciones enteras de Roma. Estallan las así llamadas “guerras de religión”. La iglesia católica responde a la forma protestante con el Concilio de Trento, que trajo renovación espiritual.
Giordano nace en un tiempo en el que el pluralismo de las ideas, era con frecuencia, sinónimo de guerra entre pueblos. Su destino estaba marcado desde sus inicios, por la soledad. Pierde a sus padres siendo muy pequeño. A los 17 años entra en un convento dominico, estudia la filosofía oficial de Aristóteles y la Teología de Santo Tomás. Ayudado por su extraordinaria memoria y su viva inteligencia, se convierte en un hombre de mucha cultura, que añadido a una personalidad fuerte y aguda, aunque de espíritu atormentado, pronto es blanco de severas críticas. Diez años más tarde, debe abandonar la Orden por conflictos con sus superiores, iniciando así una vida solitaria y errante, sospechado de herejía. Comienza a andar por Europa, se va al norte de Italia, luego a Suiza, Francia, Alemania, Inglaterra. Donde quiera que llegue, es primero admirado, después ridiculizado y luego odiado y expulsado. Hombre de una memoria extraordinaria, de un ingenio fascinante, rompe con todos los esquemas de la época, ya que no pertenecía a ninguna escuela.
Genial e irreverente, consideraba a los monjes como “santos burros”. Para él, las religiones no eran más que un conjunto de supersticiones útiles, para tener bajo control a los pueblos ignorantes. Consideraba a Jesús como a una especie de mago, a la eucaristía como a una blasfemia, ve en todas las cosas el latido de un alma universal. Así abandona al cristianismo. También lo excomulgan los calvinistas y luteranos. Se entrega a la magia, alejándose de la ciencia experimental de Galileo.
Ciertamente, puede ser considerado como uno de los padres del relativismo. No solo va más allá del sistema Ptolomeico geocéntrico, que entonces imperaba, si no que va más allá del mismo Copérnico y su heliocentrismo: el mundo es infinito, grita, y el centro, soy yo.
Como llega a su final.
En 1591 Bruno vuelve a Italia, específicamente a Venecia, invitado por Zuane Mocenigo, para educar a su aristocracia en mnemotecnia. Después de un tiempo, Mocenigo, tras haber escuchado de boca de Bruno, sus pensamientos acerca de la Iglesia y del Universo, lo denuncia a la “Santa Inquisición”. Fue arrestado el 23 de mayo de 1592 en Venecia. Fue interrogado sobre sus trabajos teológicos y filosóficos y el 27 de enero del 1593, entregado a la Inquisición en Roma, por petición directa del entonces Nuncio Papal Taverna, actuando en el nombre del Papa Clemente VIII.
En Roma lo interrogaron durante 7 años sobre aspectos de su vida, sus opiniones filosóficas y teológicas. El 15 de febrero del 1599, lo condenaron culpable de ocho actos específicos de herejía, los que la Iglesia no ha revelado hasta nuestros días.
Según algunos documentos, fue procesado por sus opiniones ateas y por la publicación de su libro “La expulsión de la bestia triunfante”. El 20 de enero del 1600, la inquisición entregó su veredicto: muerte en la hoguera por herejía. Prohibiendo, todo lo por él mencionado, sus libros, y sus escritos de cualquier índole, siendo quemados públicamente en la plaza de San Pedro. Cuando Bruno escuchó su sentencia, exclamó: “Quizás ustedes, que pronuncian mi sentencia, tienen más miedo que yo, que la recibo”.
El inquisidor de este proceso fue el teólogo Roberto Belarmino. De esta manera, el 17 de febrero del 1600, fue muerto en la hoguera, en el Campo dei Fiori. Hoy hay una plaza y en el 1600 un campo de flores silvestres, hoy hay una estatua en su honor inaugurada el 9 de junio del 1889 por académicos y alumnos de la Universidad de Roma, con esta inscripción: A Giordano Bruno, el siglo que él anticipó, en Roma, donde fue quemado en la Pira.
¿Qué podríamos agregar después de 406 años de su muerte? La luz actual nos señala que se lo condenó simplemente por el delito de pensar y pensar bien, dejando mal parado al intransigente y sectario dogma, que en el nombre de Cristo, quien vino en su luz a hermanarnos, a tantos otros, dio cruel muerte.
Hay muchísimas cosas más de la vida de Giordano y mucho más también después de su muerte, pero creo haber resumido su vida, su difícil y controversial vida.
Giordano, antes de su muerte, se dedicó a escribir poemas; no todos terminaron en cenizas. Quiero rescatar alguno de sus pasajes. Dice: “Mucho he luchado, pensé que podía ganar, pero el destino y la naturaleza, sofocaron mis meditaciones y esfuerzos, pero ya es algo estar en el campo de batalla, porque ganar, depende mucho de la suerte, pero hice cuanto pude y no creo que nadie en las generaciones futuras lo niegue, no temí a la muerte, nunca me rendí a nadie, en lugar de una vida cobarde, elegí una muerte valiente”. Giordano, a 8 días de su muerte, terminó un poema de esta manera.
Y entró sereno en la brasa
lúcido entre las ávidas llamas
toda época está en retroceso
y todo presente es pasado devorado en el futuro.
Aquel 9 de febrero del 1600 también.
Giordano Bruno, poeta,
loco, y filósofo, que en la duda encontró su verdad
nació para todos y yo nací con él.
Giordano Bruno, poeta,
loco, y filósofo, que en la duda encontró su verdad
nació para todos y yo nací con él.
Yo soy Giordano Bruno.